La Cruda realidad de los sabores en La Phoenikera
Quien tenga una visión de su futuro y quiera materializarlo, no la tiene fácil. Si emprendes en tu changarro, habrán muchas veces que quieras tirar la toalla, tendrás que hacer concesiones, replantearte posturas, estirar la tripa, destetarte de tu tiempo libre (por un rato), y olvidar por completo las vacaciones.
Eso es precisamente lo que Verónica Manriquez y Marco Carrillo hacen desde el 4 de abril del 2014, cuando arrancaron con La Cruda en el estacionamiento de un Title Max en la Calle 32 y Thomas, con una mesa, una carpa y varias cosas prestadas.
Ambos son fervientes adeptos de la logia de la Clamatonería y la genialidad de sus elaboraciones les ha otorgado una notoriedad innegable: son unos pros preparando Clamatos y su negocio va en crecimiento.
Ese primer sábado, armaron todo y para las once de la mañana ya estaban instalados en espera de su primer cliente. A las tres de la tarde no había llegado nadie y hacía calor. Poco después, la gente fue llegando y en otro periodo corto de tiempo se les acabó todo.
Todo iba encaminado, pero a los tres meses de haber comenzado el negocio, el dueño del lugar los corrió. Buscaron otra localidad que les permita poner su changarro y fueron a parar al Melrose District en la Avenida 7 e Indian School, pero de ahí también los corrieron.
El desgaste de cambiar de ubicación todo el tiempo y tener que alertar a los clientes fue agotador, Verónica estaba a punto de tirar la toalla cuando Marco dijo “ni madres” y se le ocurrió la idea de hacer deliveries en todo el Valle.
Continuaron arriba de la camioneta, siempre con el objetivo de conseguir un local fijo y propio. “Parecíamos el paletero, yo manejaba y Verónica iba preparando los Clamatos en la parte de atrás”, recuerda Marcos.
Así estuvieron hasta septiembre del 2015 cuando por fin abrieron un local y debutaron con unas cuantas mesas, pero con mucho sacrificio, dedicación y entusiasmo.
Verónica y Marco eran compañeros de tercer grado en la primaria Instituto Teresa de Ávila, una escuela en Ciudad Juárez, Chihuahua. Al graduarse de la primaria ambos se perdieron el rastro hasta hace algunos años, cuando se encontraron en Facebook.
En su reencuentro platicaron sobre sus vidas, lo que habían hecho hasta entonces y también sobre sus proyectos a futuro. Marco comentó que quería abrir un negocio de Clamatos porque desde que empezó a pegarle la cruda, sabía cómo prepararlos. “No es por ser mamón, pero a nadie le salen como a mí”, reconoce Marco.
Pero él no era el único con la idea, Verónica ya tenía un estudio de mercado para un negocio similar (ella quería traerse una franquicia de Chihuahua y abrir una sucursal en La Phoenikera). Marco comenta que quiere ser Clamato Chef desde los 21 años y que este tipo de negocio es muy popular en Juárez.
Desde la inauguración del nuevo local, La Cruda se ha convertido en una catedral para los que buscan el perdón del universo y que se les quite la cruda asesina que cargan. Pero también para aquellos que desprovistos de este mal, solo buscan zarandear sus papilas gustativas.
“Queremos que sea un ambiente familiar en el que la gente pueda venir y disfrutar un momento tranquilo, para que amigos se reúnan, pero todo tranquilo”, explica Verónica.
La Cruda no vende alcohol, pero la gente puede llevar su cheve o pomo de pisto y consumirlos ahí. Es más, si llevas tu cooler con chelas, ellos te las preparan a su modo.
La primera vez que me eché un Clamato en La Cruda no andaba ni pedo, ni engomado, iba correteando algún sabor nuevo y quería ver un partido de futbol (el memorable y doloroso 7-0 de Chile contra México en la Copa América).
Después de jajajearme un rato con los nombres de las opciones en el menú, escogí La Mamá de Las Crudas (también hay La Cruda Cachonda, La Cruda Pelona, La Cruda te Entra Seca y La Cruda Adentro, entre otros nombres similarmente jocosos).
Las comidas notoriamente dotadas de ingredientes nunca han sido mi fascinación, sobre todo si ingerirlas se convierte en una tarea laboriosa, (tengo pedos ya sé, pero la neta no me gusta tener las manos pringosas). Por un momento dudé ordenar algo por la cantidad de cosas que este brebaje maternal contiene, pero también soy permisivo… go big or go home ¿no?
La combinación de sabores y texturas explotaron en mi boca como un Big Bang, no esperaba una fiesta en mi boca y como familiares que están de colados en domingo, me cayeron un chorro de sabores de repente.
Si vas a La Cruda es imperdonable que no te chutes un consomé de camarón, está tan machín que chefs de Scottsdale llegan a cascarle y a llevarse un poco para utilizarlo en sus platillos… esa madre revive muertos.
“Hay veces que llega la gente y los ves amarillos de crudos y cuando se van ya están listos pa’ pistear otra vez”, dice Marco.
Y es que la neta sus Clamatos son como arreglos florales para los borrachos (en mi mundo ideal éstos se mandarían para sorprender a esa “personita” peda en la chamba con una notita: “Hope you feel better”).
Su menú incluye también preparaciones que no involucran jugo de tomate, mariscos o carne seca. Tienes opciones como La Cruda Loca, una soda frutosa con Chamoy y una paleta o La Coqueta, que lleva Sprite, piña, dulce de tamarindo, limón y una paleta.
Cuando se les pregunta sobre el futuro ambos ven un local más grande, con drive-thru y más espacioso, también quieren abrir varias locaciones en el Valle, no solo quedarse ahí. “Tenemos ideas grandes para La Cruda, pensamos expandir, pero todo a su tiempo”, dice Verónica.
El tener su propio negocio es una chinga. Por algún motivo los meses más lentos son de julio a octubre y en ocasiones Marcos ha tenido que trabajar medio tiempo en otro lado para poder solventar su Cruda. Este año ya están preparados y saben que tendrán que ajustarse para que no tengan que buscar otras chambas: incluirán nuevas opciones en el menú como el elote que recientemente agregaron, pepinos rellenos de ceviche, raspados, e incluir más frutas de temporada y antojitos veraniegos.
Marco nos comenta que su Clamato favorito es La Cruda Te Entra (Clamato, salsa secreta, camarón fresco y carne seca). El preferido de Verónica no está en el menú, pero incluye almeja, carne seca, y camarón seco.
La cruda es la madre de todos los males y para anularla existe La Mamá de Las Crudas. Si te pones crudo o no, este es un lugar imperdible en La Phoenikera y poco a poco se está convirtiendo en un ícono de nuestra ciudad.
La Cruda está ubicada en 2822 N. 32nd St. Ste 3. Phoenix, AZ.